Sin embargo, el examen detallado de una idea tan fantasiosa produjo un resultado completamente inesperado: el avión en sí mismo, al ser iluminado por una onda electromagnética (en lo que sigue, o.e.m.), reflejaría parte de esta e irradiaría suficiente energía como para provocar su detección y, en última instancia, su seguimiento dentro de las capacidades técnicas disponibles en ese tiempo.
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